De los errores se aprende y no podemos desviar la mirada hacia los hechos históricos que constituyen nuestro legado. La razón humana no puede predecir ni forjar deliberadamente su propio futuro. Sus avances consisten en descubrir dónde se ha equivocado.
La última vez que la oposición se calló, el silencio duró 34 años.
Paraguay ha sufrido por mucho tiempo los vicios de la política, la cultura del privilegio y la indiferencia de los responsables de una sociedad más próspera que asuman el papel que les corresponde en nuestra democracia.
Se requiere una profunda introspección de cada ciudadano si está conforme con las instituciones que deben velar por sus derechos y ejercer la justicia, por su economía y su calidad de vida, por su inherente cultura e identidad como paraguayo.
¿Creen estar representados por los mejores de sus compatriotas? Afirmaciones del peor gobierno de la era democrática son adjetivos insuficientes para describir el descalabro institucional y moral que por medio del sufragio sostiene la corrupción.
Cuando la autocrítica se realice, tanto para aquellos que están en el poder y aquellos que persiguen el poder, Paraguay podrá ser más próspero sin temor de expresar sus ideas, sus sueños, vivir en armonía sin esperar sanción por oponerse a lo injusto, los mártires de un sistema enfermo hasta los tuétanos no necesitan discursos vacíos para pretender reconocimiento por su entrega, necesitan que todos los ciudadanos de bien se pongan de pie y con convicción ejerza el bien por un país mejor.
Pues, lo elemental es algo que es tabú, en el debate político, la ideología que uno propugna. Asimismo, la integridad de cada individuo es indispensable para fungir de servidor público.
Una breve aclaración, el servidor público se diferencia del funcionario público por el arte de servir al prójimo sin arrogarse la burocracia o directriz del Estado, es servir a los intereses genuinos del pueblo; la vida, la propiedad privada y la libertad.
Afirman que la democracia se sustenta sobre los partidos políticos, sin embargo, detrás de los partidos están las personas quienes defienden intereses e impulsan agendas. Cuando se plantea el dilema de la elección entre un partido u otro pero al fin y al cabo solo están para catapultarse al poder y defender sus codiciosos intereses corporativistas. Si fuera solamente presentarse a elecciones y pretender que el electorado decida, porque sí, la alternancia peca de inocencia.
Entonces, en el tablero político, aquellos que fungen de opositores, ¿qué pretenden contra aquellos que instrumentan el poder del Estado para beneficiarse electoralmente? Terminan impulsando las mismas políticas que supuestamente el rival de turno iba a impulsarlas, es decir, más intervencionismo y más prebendarismo.

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