En la larga y turbulenta historia de las intervenciones gubernamentales en la economía, pocos ejemplos son tan desconcertantes como la reciente ambición de Petropar de adentrarse en el negocio del asfalto. Esta empresa estatal, que una vez se centró exclusivamente en la industria petrolera, parece estar siguiendo un camino hacia la expansión desenfrenada que plantea serias preocupaciones sobre la eficiencia, la responsabilidad y la competencia en la gestión estatal de la economía.


Desde sus humildes inicios como un actor importante en la industria petrolera, Petropar ha crecido hasta convertirse en un gigante estatal con recursos significativos. Sin embargo, su incursión planeada en la producción de asfalto plantea preguntas importantes sobre la lógica detrás de tal expansión y sobre la imparcialidad en el juego económico.


La economía, como la historia ha demostrado una y otra vez, prospera mejor cuando se le permite funcionar en un entorno de competencia y libre mercado. La decisión de Petropar de aventurarse en el mundo del asfalto plantea la preocupante perspectiva de que esta empresa estatal podría convertirse en una entidad aún más grande y menos eficiente, lo que podría llevar a un aumento en los costos, una menor innovación y una competencia desleal.


Es crucial recordar que el asfalto es una parte crucial de la infraestructura, pero esto no justifica necesariamente la entrada del estado en este mercado. La inversión en investigación y desarrollo en lugar de la expansión apresurada podría haber sido una estrategia más sensata, evitando así que el estado actúe como juez y parte en la economía.


Además, la incursión de Petropar en el asfalto plantea preocupaciones sobre el uso de los recursos públicos y la competencia justa. Los contribuyentes tienen el derecho de esperar que su dinero se utilice de manera eficiente y que las inversiones estatales se basen en una evaluación cuidadosa de costos y beneficios, sin socavar a competidores privados de manera
desleal.


En resumen, la decisión de Petropar de aventurarse en el negocio del asfalto antes de analizar cuidadosamente los riesgos y beneficios es un recordatorio de los peligros de permitir que el estado se inmiscuya en la economía sin una justificación sólida. Además, la preocupación por su papel como juez y parte en la competencia económica es legítima y debe abordarse. Es hora de cuestionar el papel de Petropar en esta nueva empresa y considerar si es realmente en
el mejor interés de la economía y los ciudadanos.

Autor: Santiago Bergonzi