Los autoritarios influyentes

Muchas veces señalar los problemas en una sociedad es lo más habitual, sin embargo, identificar los motivos que detonan esos problemas no suele serlo. Por ello, en este ensayo haremos una breve introspección a algo tan vasto y extenso como la cultura e idiosincrasia del paraguayo. La identidad del paraguayo contemporáneo es un mosaico complejo, tejido por siglos de influencias históricas, sociales y culturales que han moldeado su idiosincrasia, cultura y destino. Desde la época colonial con las misiones jesuíticas del siglo XVII hasta las dictaduras del siglo XX, pasando por guerras devastadoras y la corrupción endémica, que el Estado paraguayo ha cimentado y promovido en la sociedad, forjando así una cultura marcada por la apatía, la docilidad y una autoestima frágil.

En todo este entramado, arrancaremos examinando sobre qué es la cultura, Pedro H. Urañez (1928)1 afirmó que la cultura no es un don gratuito de la naturaleza ni un milagro de la creación espontánea; es obra del esfuerzo humano, acumulada a través de los siglos, transformada por el trabajo de cada generación. La importancia de la cultura como hilo conductor, se logra a través del idioma, otro punto que analizaremos en este espacio, así también de las creencias, enseñanzas y modismos que perduran a lo largo del tiempo.

Por otro lado, Ralph Linton (1936)2 manifiesta que una cultura es la configuración de comportamientos aprendidos y resultados de comportamientos cuyos elementos componentes son compartidos y transmitidos por los miembros de una sociedad particular. En otras palabras, es la herencia social.

Uno de los aspectos de nuestra identidad es el lenguaje, en la situación del paraguayo donde la cultura, pese a que es mantenida en ciertos aspectos no está precisamente documentada, es decir, considerando el caso de los idiomas nativos como el guaraní, que carecían de una escritura propia, eran lenguas ágrafas, en este caso teniendo una escritura completamente adaptada desde el español.

En Paraguay no se habla un guaraní puro ni un español puro, sino jopará, una mezcla sobre la marcha de ambos idiomas que tiende a presentarse más como una barrera al momento de razonar y aplicar la lógica al obrar. Para ciertos individuos, mantener dos culturas opuestas al mismo tiempo, la del colonizador y la del nativo, resulta una tarea ardua; uno no puede ser colonizador y nativo simultáneamente.

La herencia del paraguayo no es plenamente lo uno ni lo otro, pues no es del todo español ni del todo nativo, según datos de la “Encuesta Permanente de Hogares Continua 2022” del Instituto Nacional de Estadísticas (INE)3 señalan que de un total de 6.694.306 de la población de 5 y más años de edad, un 34, 4% habla la mayor parte del tiempo en el hogar español y guaraní; 33,4% habla en guaraní; 29, 6 % habla en español; y solo el 2% habla en otros idiomas. Más de la mitad de los paraguayos usa el guaraní en algún grado, pero mezclado con español en la vida diaria. Esto no implica que el jopará deba ser relegado, pero tal vez no sea la herramienta lingüística más óptima al pretender formalizar académicamente una cultura a través de la lectura y escritura, pues, al fin y al cabo, no puede ser considerado un idioma como tal.

Pese a que, el idioma guaraní hablado durante las misiones jesuíticas, el idioma ha desaparecido junto con la expulsión de los jesuitas en 1767, explica Bartomeu Melià (2018)4. El retazo del guaraní que perdura hasta la modernidad hablándose de forma españolizada y coloquial, declarado un idioma a fuerza de ley y puesto como idioma oficial del Paraguay, evidentemente casi no hay rastros de uso oficial en el gobierno como tal y pese a ser una lengua ágrafa, se fuerza la enseñanza en las escuelas, para que, al fin y al cabo, el estudiante egresado no hable correctamente ni el español ni el guaraní.

En estas condiciones no hay forma para la profundidad, y en ese proceso, el pensamiento crítico muere lentamente, la cultura como tal se termina opacando por una sucesión infinita de estímulos donde la apatía y distracción llevan hacia la decadencia a una sociedad. Esta barrera lingüística no solo afecta el razonamiento, sino que fomenta una cultura superficial que se aleja de la profundidad reflexiva, abriendo paso a la decadencia

La cultura se debería percibir como una herramienta para ennoblecer al individuo; disciplinas como la literatura, la música, el arte y la filosofía deben trascender, incitando a la reflexión, al diálogo y al cultivo de una perspectiva crítica sobre la vida. Filósofos como Nietzsche y Schopenhauer veían en la cultura un vehículo para explorar la esencia de la humanidad, abordando las cuestiones fundamentales de la existencia en vez de evadirlas.

El inconveniente radica en que la cultura no puede fragmentarse en instantes breves sin sacrificar su naturaleza. Un libro demanda tiempo para ser asimilado, una idea requiere elaboración, una reflexión precisa de un proceso de madurez; sin embargo, en el panorama actual del entretenimiento, estos aspectos se consideran impedimentos. Todo lo que no perdura termina siendo olvidado.

Esta fragmentación cultural, visible en el lenguaje, se traslada también a las conductas cotidianas, Antonio Escohotado5 había mencionado que, en una de sus tantas entrevistas, la cultura nos hace personas. En la sociedad paraguaya pareciera que ciertos individuos, empeñados en dañar al prójimo con su conducta y moral corrompida, no dejaron atrás la barbarie, primitiva y descontrolada conducta que antecede al mundo civilizado. El quiebre cultural tan marcado que situaciones sencillas de convivencia entre pares, como el sentido de ubiquidad se desdibujan, tal es así que la prepotencia, la falta de respeto y la vulgaridad se ven en el día a día, a tal punto en cementerios encienden la parrilla con la excusa de tener que comer, tan irrelevante es saber cuándo ubicarse que ni los muertos en el cementerio tienen tregua y encima usan el victimismo como mecanismo de defensa ante la objetiva crítica ante la mala conducta.

La lisonja, por más burda que sea, logra siempre hacer creer que contiene algo de verdad. Este fenómeno atraviesa todas las clases sociales y niveles culturales; incluso la persona más íntegra puede sucumbir a los halagos. Pero de las conductas más ordinarias, el centro del espectáculo se encuentra en la política, la cual además de mitómana y de tachada reputación de manos porosas es farandulera y vulgar. Esto es porque la mayoría de políticos no se toman en serio a sí mismos, la sociedad en general mucho menos, y aún menos a las leyes que estos legislan. He ahí el desinterés generalizado del resto de la sociedad a estos asuntos «banales» como la política.

El paraguayo no puede perder el tiempo en estos temas de la farándula política, ya que debe preocuparse por cosas más importantes para sobrevivir en el día a día, mientras lidia con hospitales sin medicamentos ni profesionales de la salud, escuelas sin maestros con la debida formación y generalmente con una infraestructura pública que se cae a pedazos o directamente es inexistente, aquellos que ignoran estas problemáticas están encaramelados con las prebendas otorgadas por los punteros políticos y hurrean sin contemplación ante cada desvarío emitido por el político que compró su dignidad.

¿Pero en qué momento la cultura paraguaya empezó a moldearse de esta manera? Loris Zanatta (2021)6, expone que desde las misiones jesuíticas dejaron un legado de colectivismo y resignación ante la autoridad, un eco que resuena en los regímenes autoritarios y populistas modernos. Tal vez esa herencia, combinada con eventos como la Revolución de 1936, que derrocó el gobierno de Eusebio Ayala, tal vez el último gobierno genuinamente liberal en la República, y las dictaduras de Rodríguez de Francia, Morínigo, Chaves y Stroessner, han configurado al paraguayo actual en un autómata, dócil y funcional a la “cultura del garrote”, donde se tiende a resolver conflictos o imponer autoridad mediante la fuerza física o la intimidación, más que a través del diálogo o la razón.

Los jesuitas pretendían doblegar a los nativos con un propósito de evangelizar el cristianismo. Según Zanatta, los jesuitas buscaban fomentar una fe colectiva intensa, basada en rasgos autoritarios y antiliberales, uniendo al pueblo bajo una autoridad paternalista que suprimía la disidencia y limitaba la propiedad privada. Guillermo Furlong (1946)7, detalla cómo los jesuitas aplicaban azotes o destierros internos a quienes se desviaban de las normas, instaurando una docilidad que, se perpetuó en la psique paraguaya, la cual comúnmente en la jerga del jopará se conoce como “cultura del garrote” o “ley del mbareté (ley del más fuerte)”.

Aunque las misiones fueron destruidas tras la expulsión jesuita en 1767, su modelo de obediencia y rechazo al individualismo dejó una marca cultural, preparando el terreno para futuros regímenes autoritarios. Esa docilidad encontró eco en los gobiernos que siguieron a la independencia de 1811. José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), descendiente de un portugués-brasileño8, cerró el país al exterior y centralizó el poder, sacándose de en medio a cualquier individuo que no se alinee a sus intereses, como la mayoría de próceres que fueron asesinados o torturados, moldeando un Paraguay susceptible a posteriores regímenes autoritarios. Una anécdota conocida, relatada por Cecilio Báez en Historia de Paraguay (1926)9, cuenta que Rodríguez de Francia, frustrado por la inconsistencia de sus compatriotas, pidió a su médico que buscara un «hueso perdido» del paraguayo, pues no podían «mantener la medida».

Posteriormente a Francia, le sucedió el periodo de los López, que culminó con la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870), que según Cecilio Báez redujo la población en más de un 60% (Historia de Paraguay)9, como es bien sabido, dejó un país ultrajado, vulnerable y con profundas crisis en múltiples aspectos hasta finales de siglo que, posteriormente en el siglo XX, desembocó en otra guerra y en una cadena de regímenes totalitarios populistas de corte nazi-fascistas.

El auge de los populistas nazi-fascistas arranca en Paraguay en la posguerra del Chaco con la Revolución Febrerista de 1936, cuando Rafael Franco, con apoyo de colorados, derrocó al presidente liberal Eusebio Ayala y al mariscal Félix Estigarribia. Franco abrogó la Constitución de 1870 e instauró un régimen de corte nazi-fascista, como lo describe Alfredo Seiferheld (1985)10, influido por el auge de Mussolini y Hitler. Aunque duró solo un año, sentó los precedentes para políticas socialistas y populistas que tenían un profundo desprecio a las leyes y a la libertad dejando marcada la historia paraguaya con figuras como: Higinio Morínigo (1940-1948), quien reprimió opositores; Federico Chaves (1949-1954), que consolidó la hegemonía colorada; y Alfredo Stroessner (1954-1989), cuyo régimen dejó al menos 400 desaparecidos y miles de exiliados, según datos oficiales de la Comisión de Verdad y Justicia (2008)11.

Estos gobiernos, como los líderes populistas que analiza Zanatta (Perón, Chávez)6, exigían lealtad a una visión unificada del «pueblo», aplastando toda disidencia, pero socavando la autoestima del pueblo paraguayo, incapaz de librarse del autoritarismo y la persecución política. Su carácter antiliberal y asistencialista, evidente en las prebendas del Partido Colorado, que desde 1947 ha gobernado casi sin interrupción, con la excepción de Lugo (2008-2012), este siendo otro populista de corte castro-chavista, no permitió una oposición política real al régimen colorado, resultando efímero considerar como opositor a quienes son funcionales y afines a la oclocracia liderada por la ANR (Asociación Nacional Republicana) y seguida por el PLRA (Partido Liberal Radical Auténtico) y demás partidos intrascendentes, moldeando así, una casta política promotora del clientelismo.

El legado que deviene de todos los antecedentes ocurridos en el siglo XX, perpetuando la dependencia al Estado en lugar de fomentar la autonomía, el libre comercio y el Estado de Derecho, que en esta democracia que tenemos es un travesti amorfo donde la Constitución (1992) es frecuentemente pisoteada y ninguneada por las autoridades en el poder. No sería prudente hablar de valores en una sociedad como esta. Entonces, ¿qué valores definen al paraguayo? A diferencia del japonés que es señalado como disciplinado, el alemán trabajador o el americano emprendedor, los paraguayos somos hospitalarios con los extranjeros, pero tanto como con los criminales y los corruptos.

Es tal así la reputación que, mencionado entre los criminales extranjeros, acogimos a nazis como Josef Mengele, quien vivió en Paraguay en los años 60 bajo protección, y a Frans Meijer, el secuestrador holandés del magnate cervecero Freddy Heineken, quien encontró refugio mientras seguía prófugo en Europa.

Entre los corruptos de la política nacional se haría un reporte tan extenso y calamitoso que no habría manera de citarlos a todos, aunque si podemos mencionar figuras destacadas del crimen están: Andrés Rodríguez, presidente (1989-1993) que fue acusado de enriquecimiento ilícito y que lo vincularon con actividades ilícitas relacionadas con el tráfico de drogas, Horacio Cartes, expresidente (2013-2018) vinculado por el gobierno de los Estados Unidos en 2022 en haber sido responsable y haber participado directa o indirectamente en corrupción12; así como tanto Alfredo Stroessner y Juan Carlos Wasmosy, presidente (1993-1998)13 fueron acusados por la Contraloría General de la Nación fueron los principales responsables de la deuda espuria de Itaipú, hablamos de un desfalco de US$ 4.193 millones.

Un informe de Transparencia Internacional (2024)14 ubica a Paraguay en el puesto 149 de 180 en percepción de corrupción, un problema no solo estatal, sino promovido en una cultura que, siguiendo a Zanatta, ve en la autoridad una figura redentora, no cuestionable, un eco de la resignación jesuita.

El régimen de Stroessner contó con más de 18,000 violaciones a derechos humanos documentadas por Amnistía Internacional, entre ellas también estuvo caracterizado por la pedofilia, con denuncias bien documentadas de abusos a menores por parte del dictador y sus allegados, un hecho que desmorona cualquier pretensión de adalid moral del Partido Colorado. De ninguna manera este partido puede arraigarse como defensor de los valores tradicionales de las familias, dado que, hasta marzo de 2025, no ha existido un repudio oficial al régimen de Stroessner por parte de sus líderes. Paraguay hoy, difícilmente pueda relucir buenos valores morales siendo gobernado por un Partido Colorado que mutó en un sistema militar-totalitario a uno narco dictatorial.

Las autoridades de los tres poderes del Estado paraguayo, frecuentemente son asociadas con el crimen organizado, con alevosa impunidad de los narcotraficantes criminales para suprimir a aquellos periodistas que indaguen en estos asuntos, promoviendo así la censura en democracia de los 21 periodistas asesinados por el narcotráfico desde 1989 hasta la actualidad, según se documenta en la obra “Sin censura” (2022)15, eran 19 periodistas hasta la publicación del documental,  de la documentalista Cecilia Vargas Peña y otras fuentes como La Mesa para la Seguridad de Periodistas16. Estas muertes reflejan un Estado cómplice, a través de la impunidad de los victimarios, que así pretende silenciar a quienes denuncien los involucrados en estos crímenes.  

Concluyendo con algunas reflexiones, no está demás mencionar que, la tradición intelectual en nuestra sociedad culta es muy endeble, uno de los pocos intelectuales que vio el Paraguay sucumbir ante el verdadero fascismo y autoritarismo fue Benjamín Vargas Peña17, exiliado bajo Stroessner, lo dijo claro: “Las tiranías sólo caen con violencia y cañonazos”. El stronismo no cayó; se transformó en una maquinaria electoralista y populista más versátil a través del prebendarismo asistencialista que desangra con endeudamiento e inflación el progreso generado por los paraguayos trabajadores y de bien.

¿Cómo salimos de esta espiral decadente de inmoralidad y corrupción? El cambio debe nacer del pueblo, no de políticos que nos han robado sistemáticamente. Deja de quejarte. Empieza a construir. Como creía Ayn Rand, el propósito de la moralidad no es enseñarnos a sufrir, sino ayudarnos a apreciarnos a nosotros mismos y a la vida. “Aprende a valorarte a ti mismo, lo que significa: lucha por tu felicidad. Cuando luchas por tu felicidad, estás, de hecho, luchando por tu libertad. Para lograr una mejora genuina de nuestra sociedad, de nuestros valores y nuestras vidas, hay que romper con toda tendencia antiliberal, mansa e inmoral y seguir por la senda de la virtud.

Cuando los espíritus de esclavos digan que la libertad es “excesiva”, proclamándola dañina y promoviéndola como «libertinaje». En sus inescrupulosas mentes asocian la libertad con el hedonismo, es decir, el placer a cualquier costa. Cosa que no puede ser más errónea y alejada de la realidad. La libertad bajo ningún término puede ser excesiva, pues la libertad no puede desligarse de la responsabilidad. Nunca será como manifiestan los autoritarios. Por ello, en gallardía debemos aferrarnos a la paz, la libertad y la justicia, valores genuinos de nuestra patria, solo así podremos mantener una identidad próspera para nuestro pueblo. Todo empieza en casa, en la calle, en nosotros mismos, solo cuestionando nuestra moral y conducta, transformaremos nuestra docilidad y apatía en acción para mejorar nuestra autoestima como nación.

Autor: Martín Zayas

Referencias:

  1. Pérez M., F. (1982). En prólogo a Obra poética de Eloy Fariña Núñez, edición de Francisco Pérez Maricevich, editorial Alcándara, Asunción.
  2. Linton, R. (1936). The Study of Man. https://archive.org/details/studyofman031904mbp
  3. Instituto Nacional de Estadísticas (2023). Encuesta Permanente de Hogares Continua 2022. https://censo2022.ine.gov.py/noticias-actividades/21-de-febrero-dia-internacional-de-la-lengua-materna/#:~:text=Datos%20de%20la%20Encuesta%20Permanente,2%25%20habla%20en%20otros%20idiomas
  4. Melià, B. (2018). LA LENGUA GUARANÍ PARAGUAYA EN TIEMPOS DE COCA COLA. https://portal.amelica.org/ameli/journal/141/141663008/141663008.pdf
  5. Escohotado, A. (2004). Entrevista en “El público Lee” https://www.canalsurmas.es/videos/65250-ptt-20040225-pule-4-ave2106
  6. Zanatta, L. (2021). El populismo jesuita: Perón, Fidel, Chávez, Bergoglio. Edhasa.
  7. Furlong, G. (1946). Los jesuitas en América. Editorial Huarpes.
  8. Real Academia de la Historia Hispánica. (s.f.). Rodríguez de Francia, José Gaspar. https://historia-hispanica.rah.es/biografias/39561-jose-gaspar-rodriguez-de-francia
  9. Báez, C. (1926). Historia de Paraguay. Editor C. Schauman re-edición 1991.
  10. Seiferheld, A. (1985). Nazismo y fascismo en el Paraguay. Editorial Servilibro.
  11. Comisión de Verdad y Justicia, Paraguay. (2008). Informe Final. https://codehupy.org.py/wp-content/uploads/2020/10/Tomo-I-Sintesis-y-caracterizacion-del-regimen.pdf
  12. Embajada de los Estados Unidos en Paraguay (2023). Comunicado oficial. Autor. https://py.usembassy.gov/es/departamento-del-tesoro-de-ee-uu-sanciona-a-expresidente-y-el-actual-vicepresidente-de-paraguay-por-corrupcion/
  13. Contraloría General de la República. (2021). Informe Final Examen Especial a la Deuda de la Entidad Binacional ITAIPU Res. CGR Nros. 394/09 y 524/20, https://www.contraloria.gov.py/index.php/actividades-de-control/informes-de-auditoria/file/29297-informe-final-examen-especial-a-la-deuda-de-la-entidad-binacional-itaipu-res-cgr-nros-394-09-y-524-20
  14. Transparency.org. (2024) Corruption Perceptions Index. https://www.transparency.org/en/cpi/2024
  15. Vargas Peña, C. (Directora). (2022). Sin censura (Documental). Kili Video.
  16. Mesa para la seguridad de periodistas. (2025). Observatorio sobre la violencia contra Periodistas en Paraguay. https://seguridadperiodistas.org.py/observatorio2/?tipoVictima=&genero=&tipoViolencia=Asesinatos&ano=&departamento=#map
  17. Vargas Peña, B. (s.f). “Las tiranías sólo caen con violencia y cañonazos”.

2 respuestas

  1. Marcella Ciciolli

    Excelente análisis, Martín. Creo que este ensayo se queda para la posteridad en la “cultura” paraguaya. Increíble cómo explicas la influencia del idioma y maneras de gobernar autoritarias del pasado en nuestra sociedad actual. El idioma es sumamente importante porque significa la forma de comunicarse de un pueblo. Tu ensayo me deja pensando en lo dañado que está el paraguayo por someterse a gobiernos autoritarios disfrazados de falsa libertad, creyendo que el Estado es salvador y promotor del famoso “bien común”. Espero ansiosa tu próximo escrito!

  2. Rodney Jorge Gimenez Ibañez

    Brillante exposición querido Martin, no quedó nada en el tintero ni la imaginación, lo has dicho todo y de manera magistral, solo queda la acción para el cambio, los que creemos que no estamos dañados tenemos el deber moral de actuar

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